“Tan cansado estaba de cavar la zanja, que decidí comerme
una nar-“
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He visto nuestro naranjo
repleto de sus frutos, y he estimado cuán frescos debían ser. No me ha
importado entrar en el huerto con las zapatillas de casa, porque gracias al cansancio
que sentía estaba admirando el brillo blanco y cegador del sol de esta mañana. Sus
rayos se filtraban en silencio entre las naranjas, sólo quebrado éste por el
piar lejano de unas aves oportunistas.
He visto nuestro naranjo
repleto de sus frutos, y he estimado cuán frescos debían ser. No me ha
importado entrar en el huerto con las zapatillas de casa, porque gracias al cansancio
que sentía estaba admirando el brillo blanco y cegador del sol de esta mañana. Sus
rayos se filtraban en silencio entre las naranjas, sólo quebrado éste por el
piar lejano de unas aves oportunistas.
El árbol estaba repleto, tan
curiosamente hermoso como nunca me había parado a observar. Una especie de… perfección
per se. Pero quizás eran mis sentidos, el calor del sol cómodo por la suave
brisa o el olor a campo que me rodeaba. Qué importa. La cuestión es que me
sabía mal arrancar una naranja y dejar sus ramas viudas.
Pero entonces me fijo en un
lugar bajo las ramas, y junto al tronco que está en sombra y al fresco,
delicadamente posada (si es que es posible que así haya caído), una naranja
que, al examinarla es realmente perfecta, y decido que ésa es para mí. Un paso
atrás me cerciora que hay algo en tras de mí, y casi no me hace falta, hacer el
esfuerzo de sentarme. Sentado pues, por alguna razón mis pensamientos se evaporan
quedando sólo su recuerdo.
En ese instante comienzo a
pelar la naranja con mis dedos, mirándola atentamente, sólo pensando en ella, y
sólo a ella mirando. Exhala zumo, está
repleta de sabor. Me detengo instantes a observar lo que me rodea, acaparando
cada segundo de ese instante, en que sólo existe una acción: la Vida. Mientras
la pelo, pienso que estoy disfrutando mientras lo hago. Aún no la he comido,
pero ese placer mismo de pelarla es suficiente; sin embargo, lo mejor está por
llegar.
Ya casi está pelada por
completo, faltan los “botones” superior e inferior. Todo está en una
impresionante calma, porque mis pensamientos, están en calma.
Entonces, pienso (por la
curiosidad de la contrastación, supongo) en todos los problemas del mundo,
simplificados; ésos que me preocupan tanto (política, sociedad, libertad,
guerras, conocimiento) ya digo, simplificados, sólo por ésta vez. ¿Por qué no hacerlo?
Mientras extraigo el “botón”
superior de la naranja, me imagino a mí mismo predicándole a una gran
audiencia:
-“…No se trata de
volver a la época de nómadas y sedentarios, agricultores y ganaderos…”-y,
dejando un amplio silencio dramático para añadir después- “…aunque, yo
particularmente, estaría dispuesto…”
Entonces termino por fin de
limpiar la naranja, y observo atentamente el último pedazo de cáscara. Hasta
ahora, ha sido mi enemigo: me impedía comer “mi” fruto. Pero la observo, entre
mis dedos, detenidamente. Es gruesa, y sus punticos naranjas, más claros que el
resto de la cáscara, están situados en una asombrosa perfección. Ha protegido
al fruto, manteniéndolo fresco para mí, en perfectas condiciones.
Y, mientras lo dejo caer a la
tierra del huerto, constato que no ha sido mi enemigo esa cáscara, sino todo lo
contrario.
El placer que mi estado de
concentración es tal, que me permito salir de él un instante y darme cuenta de
lo feliz que soy: concentrado en la desconcentración. Entonces muerdo los gajos, Un sabor fresco y
nítidamente cítrico envuelve el paladar, todos mis receptores se activan y mis manos
chorrean zumo, en ese instante.
Yo me convierto en la naranja.
Mi mundo, no es más que mi yo. El mundo, es la naranja, en quien me convierto.
Y ahora la naranja es mi placer.
En ese único instante de
inconfesable inspiración, yo he amado al mundo, y el mundo me ha amado a su
vez. Todo era perfecto, quizás una utopía, pero hermoso…y sólo un pensamiento
me ha pasado por la mente mientras ocurría: compartir esta experiencia. Quizás,
aunque no me comprendan, quieran experimentarla…
Dúnedain13 – 30 de Enero 2013


Sé lo que supone comer del fruto del huerto en paz y armonía, conmigo misma y con el mundo. Además, junto al Mediterráneo, con todo lo que ello supone. Ser feliz es tan fácil...
ResponderEliminarEs precioso¡ gracias por compartirlo ¡¡¡ mientras leía , me transportaba , y hasta pude sentir el aroma del azahar y los naranjos ¡¡ , he recordado el campo de mi padre , cuando era niña, y de mañana temprano en época de recogida, solíamos ir a pasar el día allí y comerlas recíen cogidas del árbol ¡¡¡ son esas pequeñas cosas, que aunque sencillas, son muy significativas.
ResponderEliminarEsta mañana yo me sentí muy feliz al ver unas hojitas de enredadera recién nacidas, tiernas y fresquitas ¡¡¡ con las gotitas de agua encima ¡¡ ^_^
Con el Mediterráneo al lado Esther, a los nostálgicos siempre nos es fácil ser feliz....
ResponderEliminarMe alegro de verdad que os recuerde eso! ésa era la idea, sólo por un instante...cuando lo colgué he pensando en enviártelo, pero sabía que lo leerías Mary, un besico!
utopía.
ResponderEliminar(Del gr. οὐ, no, y τόπος, lugar: lugar que no existe).
1. f. Plan, proyecto, doctrina o sistema deseable que parece de muy difícil realización.
quimera.
(Del lat. chimaera, y este del gr. χίμαιρα, animal fabuloso).
2. f. Aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo.